He bajado a Sevilla en medio del ridículo debate que ha decidido generar el gobierno andaluz sobre el habla andaluza y me he acordado de una frase que puede dar juego para abundar en él con cierta “guasa”, que es como muchos creen que se diría en “andaluz”. Y aquí empiezo.
El purista andaluz (sevillano, en realidad) cree que “guasa” es una palabra andaluza. Si nos molestamos en abrir (ahora ni siquiera hay que abrirlo, basta consultar la versión móvil o web) el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (sí, “española”) veremos que la palabra guasa tiene en español o castellano varias acepciones, y en ninguna de ellas hace mención alguna a una supuesta variante “andaluza”.
La palabra “guasa” no ofrece al andaluz la posibilidad de crear un vocablo “andaluz” porque fonéticamente no se puede diferenciar en “andaluz” y en castellano. Guasa es guasa, en Sevilla y en Valladolid. El purista andaluz (sevillano, en realidad) dirá que en Valladolid no solo no se dice guasa (él diría que no saben decirlo) sino que ni siquiera saben qué significa. Probablemente no sabría -porque él mismo no lo ha hecho- que el de Valladolid, de no saber qué significa guasa, solo tiene que coger el diccionario.
Y es que “guasa” significa en español o castellano exactamente lo que el “andaluz” (sevillano, en realidad) cree que significa en “andaluz”. Hay acepciones de la palabra que son localismos, pero ninguna de ellas hace referencia a un uso “andaluz” del término.
Fuera de los localismos cubano, venezolano y salvadoreño que el DRAE destaca, guasa significa lo mismo en Sevilla que en Valladolid o en Segovia. Y el andaluz (el sevillano, en realidad) utiliza el término en todas sus acepciones castellanas o españolas.
Es cierto que sí hay una pecualiridad en la abundancia de su utilización. En Sevilla se utiliza el término -y mucho- es sus dos acepciones generales. Por ejemplo, en la frase “ ¡No tiene guasa ese!”, el “andaluz” (sevillano en realidad) estaría diciendo, en perfecto castellano, que alguien tendría poca gracia o que sería un pesado; en la frase “¡qué guasa, quillo!”, que bromearon o que se burlaron de alguien; en “déjate de guasa”, el “andaluz” (el sevillano en realidad) te estaría pidiendo que dejaras de bromear. Y el “andaluz” (sevillano en realidad) seguiría hablando en perfecto castellano, porque todas esas cosas significa “guasa” en español o castellano y todas esas acepciones recoge nuestro diccionario sin hacer ninguna alusión al “andaluz”. Ni siquiera, como ya he dicho, existe la posibilidad de generar una diferenciación a nivel fonético. Es más: “guasa” se dice igual en Sevilla, en Valladolid, en Bilbao, en Barcelona o en Santiago de Compostela.
Cosa bien distinta es que no sea un término de uso extendido fuera de Andalucía, y me atrevería a decir que, mas que fuera de Andalucía, no lo sea fuera de Sevilla, ya que en el resto de Andalucía (salvo que el Canal Sur haya conseguido hacer bien su trabajo de universalizar el “andaluz batúa”, que sería el “sevillano” con alguna que otra concesión muy puntual al resto de hablas) el término “guasa” se usa bastante menos.
Pero decir muchas veces “guasa” no crea un habla en el sentido en el que se ha lanzado a reivindicar el gobierno andaluz. En Segovia dicen continuamente “majo”, y eso no da para sentirse orgulloso de hablar “segoviano”. Tampoco puede sentirse ningún segoviano ofendido o discriminado porque un sevillano no suela decir “majo”, que también lo dice.
Aquí sí, con una peculiaridad fonética, ya que el sevillano aspirará la jota de “majo” llegando a hacerla casi imperceptible o aproximándola -fonéticamente- a una h. Pero solo fonéticamente, ya que la palabra “majo” no ofrece, ni en “andaluz” ni en castellano, la posibilidad de la falta de ortografía: con g es mago y con h es “maho”, que es una palabra que no existe en español, la lengua que hablamos todos los andaluces.
Y por mucho que trataran de convertir esa aspiración de la jota en la justificación de ese invento del “habla andaluza”, esa supuesta “habla” no sería nunca del todo andaluza, ya que la jota de ese “majo” en Jaén es todavía más sonora que en Segovia o Valladolid; donde se dice mucho menos majo que en Segovia, aunque ambas sean ciudades castellanas. Que es lo que ocurre con “guasa” en Jaén, en Huelva, en Almería o en Granada, todas ciudades andaluzas. Así es: se dice menos veces que en Sevilla.
En esta estúpida carrera por conseguir un idioma, una lengua o un “habla” regional, en la que nos ha metido a todos el disparate separatista, la ocurrencia andaluza se lleva la palma.
Sevilla es mi ciudad. Aunque no he crecido allí, nací allí, mi madre era de allí, mi abuela vivía allí cuando yo era niño; de allí es mi mujer, mis suegros, algunos de mis cuñados, de mis sobrinos, de mis tíos, muchos de mis amigos,… y es una ciudad maravillosa, muy probablemente de las ciudades más bonitas e interesantes del mundo. Pero la forma de hablar de la gente que vive en Sevilla no es categóricamente distinta a la de cualquier otro sitio en el que se hable español o castellano.
En lo del “habla andaluza”, y os lo dice un andaluz de 8 apellidos, más que una reivindicación se esconde un complejo -en el mejor de los casos- y un plan perverso para generar un problema inexistente que, desgraciadamente, va a ser apoyado por mucha gente de bien por pura ignorancia, y cuyo objetivo último es la disgregación de la única nación que hay en España, que es la española.
El andaluz (el sevillano en realidad) no tiene nada que reivindicar desde el punto de vista lingüístico o idiomático, porque la realidad lo reivindica sin necesidad de decretos ni fundaciones.
La inmensa mayoría de los hispanohablantes sesean como los sevillanos. Eso, en palabras de los promotores de este disparate del “habla andaluza”, significaría que hablan andaluz; pero no es así. Los mejicanos, los argentinos, los uruguayos, los chilenos, los venezolanos,…todos nuestros hermanos de todos los continentes hablan español o castellano, que de ambas formas podemos referirnos a nuestra lengua común. Lo que ocurre en realidad es que la norma fonética sevillana está mucho más extendida por el mundo que la segoviana y, muy probablemente, por razones históricas.
El puerto de Sevilla fue durante siglos, cuando Sevilla ocupaba el papel en el mundo que hoy puede ocupar una ciudad como Nueva York, la puerta de entrada y salida de la España peninsular para los españoles de ambos hemisferios y ese hecho tuvo que influir sin duda en que aún hoy podamos encontrar más similitudes fonéticas en el habla (ahora ya sin comillas) de un colombiano y un sevillano que en las de un argentino y un segoviano.
Ese sí debería ser un hecho del que sentirse orgulloso. Desde luego, el “habla andaluza” no es decir “costitusió“ cuando quieres decir “constitución”.
Mis abuelos maternos eran de Sevilla y de la Sierra de Huelva; los paternos de Almería y de Almonte; mi padre era de Melilla (ciudad indiscutiblemente andaluza, que formó parte de la provincia de Málaga hasta que nos inventamos lo de las “ciudades autónomas”) y mi madre, de Sevilla. A la mayoría de mis abuelos no los conocí, pero estoy seguro de que no habrían dicho “costitusió” cuando hubieran querido decir “Constitución”; ni lo decían mis padres, ni lo decimos mi hermana, mi mujer, mi hijo, mis sobrinos o yo mismo.
Y os prometo que me tomaría todo esto a guasa si no fuera por la cantidad de chalados, de fanáticos, de extremistas de verdad, que están detrás de esta reivindicación que podrá parecer a algunos ingenia por ignorancia -en el mejor de los casos-, del “habla andaluza”.
No os vayáis a sorprender si un día descubrís que tienen ya en marcha el “andaluz batúa” para enseñárselo a vuestros hijos en las escuelas. Y ese sí que será un disparate y de los gordos. Eso sí que tendría «guasa».