Un buen amigo, guardia civil para más señas, estuvo destinado unos años en el puesto del Rompido, en la costa onubense. La primera vez que estuve fue para preparar una charla que iba a dar con una compañera de Huelva que tiene una casa allí y pasa todo el tiempo que puede en ella. Definió el sitio como “su paraíso particular”. A mi me pareció un sitio de playa como cualquier otro, que exageraba, pero, no demasiado tiempo después, me di cuenta de que tenía alguna peculiaridad que lo hacía un poco diferente al resto.

Para empezar, no está en el mar. El Rompido está cerca de la desembocadura del rio Piedras. Justo en la desembocadura hay otra playa urbanizada: Nuevo Portil, que, si no me engaño, pertenece en parte al término municipal de Punta Umbría, no solo al de Cartaya.

La desembocadura del rio Piedras es curiosa. Es un estuario con un codo el forma de L al final, lo que hace que dé sus últimos pasos en paralelo al mar. En ese trayecto, lo separa de él una lengua de tierra que se llama la Flecha de Nueva Umbría, pero que yo siempre había conocido como la Flecha del Rompido. Supongo que ese juego de denominaciones tiene que ver, como en otros muchos lugares, con la fuerza de unos y otros municipios en las administraciones de más alto nivel. Para mi, que no tengo ya edad para enfangarme en estúpidas disputas nominalistas, seguirá siendo siempre la Flecha del Rompido.

El año pasado intenté llegar andando a la punta de la Flecha desde la casa de mi cuñada en Isla Antilla, pero no lo conseguí. Es más larga de lo que había pensado cuando planifiqué la ruta, elegí mal la hora de salida, habíamos quedado para comer con unos amigos, y me quedé sin tiempo. Es verdad que no me quedé demasiado lejos de mi objetivo y, además, al tener que buscar uno de los embarcaderos que jalonan el interior de la Flecha para conectarla con la otra orilla del río, tuve la suerte de visitar las ruinas de una antigua fábrica de conservas que no sabía que estaba allí. Pero lo cierto y verdad es que, no solo fracasé en mi intento, sino que, además, me puse enfermo, probablemente por una insolación.

Ese fiasco incentivó mi deseo de completar mi paseo por la desierta playa hasta la punta de la Flecha, así que volví a intentarlo en la primera ocasión que tuve, hace unos días.

Esta vez tomé algunas precauciones. La primera fue medir la longitud de la flecha desde la playa de la Antilla para hacerme una idea del tiempo que necesitaría para llegar al final. Calculé que serían unos 16 kilómetros en total, es decir, una ruta de un poco más de tres leguas. Saliendo temprano no tendría demasiados problemas para estar de vuelta en la playa en torno a la hora de comer.

Salí temprano, desayune poco antes de dejar La Antilla, me puse crema para el sol en la cara y resto de partes visibles del cuerpo. Con mi sombrero de explorador y mi camiseta con protección solar no debería tener problemas esta vez con el sol.

Había decidido avanzar por un sendero señalizado que corre paralelo a la playa hacia la Flecha y que supuse se internaría en ella bastantes kilómetros. Pero no es así. Poco después del cruce con el camino que sigue paralelo al río Piedras hacia el Terrón, el sendero se mete en la playa tras pasar una de esas pasarelas de madera que la mayoría de ayuntamientos de la península hicieron hace años con el maná de los fondos europeos y que comienzan a deshacerse poco a poco a medida que pasa el tiempo. Tendrán que inventarse unos nuevos fondos para mantenerlas o desmantelarlas.

A partir de ahí, continué por la playa, cada vez más desierta. No mucho rato después, desaparecieron las últimas pisadas y seguí avanzando por una ancha playa de arena fina y suficientemente compacta con la marea baja, como para poder continuar caminando por ella con mis zapatillas deportivas. La playa era ya de las gaviotas y los únicos vestigios de la presencia humana eran despojos de algunas artes de pesca. Poco después de comenzar a tener la sensación de estar solo en medio de aquella inmensa playa me di cuenta de que me estaba acercando a un chiringuito en el que un chico negro parecía comenzar a prepararlo todo para los clientes que llegaran después en el ferry desde el Rompido.

Casi al final de la Flecha me crucé con un pescador que venía hacia mi con una de esas bicicletas eléctricas con ruedas de neumático sobredimensionado.

Un poco más adelante un grupo de jóvenes hacían algo que no comprendí entre la playa y las dunas con unas garrafas de agua. Seguí mi camino sin mostrarles mi interés por su extraño trabajo o lo que fuera que estaban haciendo y al poco rato me encontré ya con algunos bañistas que habrían llegado en uno de los ferrys que cruzan el río Piedras hasta los diferentes embarcaderos de la Flecha. Junto a una nueva y ya deteriorada -como la anterior- pasarela de madera que baja hasta la playa, una tabla en un poste clavado en la arena indica con letras escritas a brocha con pintura, que estas entrando en una playa nudista, pero todos los bañistas van vestidos.

Ya a la vista de mi objetivo -la punta de la Flecha- volvieron a aparecer bañistas y tuve que descalzarme porque el mar entraba en la arena creando pequeños canales que se bifurcaban una y otra vez como vasos sanguíneos. Rodeé orgulloso el final de la lengua de tierra y comencé a buscar por la orilla del rio el embarcadero del ferry que me cruzara a la otra orilla. No tardé en ver un barco que acababa de llegar con bañistas; me metí dentro por la rampa que se apoyaba en la arena y me acerqué a preguntar al patrón.

– ¿Va a la otra orilla?

– Claro. Vámonos.

En la otra orilla, una playa fluvial a pocos metros del mar con todos los servicios. El chiringuito está cerrado pero abrirá pronto si el cartel que contiene su horario no me engaña. Subo a la carretera que avanza hacia Cartaya paralela a esta orilla del rio y a unas decenas de metros tengo ya la parada de mi autobús que no tarda en llegar. Tendré que hacer un trasbordo para llegar a La Antilla, pero, sí: estaré allí para la hora de comer con mi humilde misión cumplida.

 

Cómo llegar al inicio de la ruta:

Ver la ruta

Al pulsar el botón accede a la ruta alojada en la red social Wikiloc.

Algunas fotos:

Álbum

Al pulsar el botón accederá a un álbum de fotos alojado en la red social Flickr.​